jueves, 29 de diciembre de 2011

Razón.



En medio del bullicio,
y el cumpleaños de un desconocido;
su alma, al borde del suicidio,
se halla triste, amargada...
vacía y desilusionada.
¡La inspiración no la llama!

Bajo la presión de la expectativa,
su alma, un poco aturdida,
falsea en pensamientos
sobre si lo que siente es licito o incorrecto.
¡De elegir no hay derecho!

Algunas moscas agotan la paciencia...
y esta chica, un poco loca,
que sin advertirlo sofoca,
viene a perturbar su inercia.

Una brisa sutil acaricia el rostro;
imperceptible angustia lo azota.
Sentimiento propio, y no de otro,
pues la ignorancia ciega agota.

La apatía cierra las puertas.
El entendimiento se esfuma,
y surgen las preguntas...

¿Por que existo...? No hay pista.
Se humedece la vista...
La melancolía del hijo se presenta,
mientras su padre se ausenta.

Un héroe no existe así, sin razón de existir,
sino que va en busca de ella;
mas, cuando al tiempo no pueda seguir,
¿quien narrara su epopeya?

Pues esa razón es común:
es un amor desmedido,
el cual arrasa cual alud
al ser mas desprevenido.

No existe si no hay riesgo:
algo debe sacrificarse;
¿hay razón para andar ciego,
por sentimiento que vuelve exánime?

Mas, sobre el amor no quiere abundar,
pues no le entusiasma lo hallado:
¡Parece haber nacido para amar,
mas nunca para ser amado!


                                                                                                                                             Jesus R. Reyes.

Muerte.



El camino de la felicidad...
¿Quien lo ha recorrido,
sin tropezarse alguna vez
con la bifurcación del camino...?
Que lleva al desprevenido
y ciego sentido a la pérdida parcial
e insensato incentivo de una ilusión... ¡Fatal!

Tan desprevenido va aquel transeúnte,
que se distrae con miserias, e iluso,
acusa a errónea causa la falta
de su cordura y desesperanza...

Se alimenta de acepciones vanas...
sin ver nunca directo
ese preciado trayecto
que busca recorrer;
puras creencias... ¡Vagas!

Buscando su innotable inserción
en burbujas sin causa o espesor,
para luego verse expulsado, luego,
por su propio deseo de aceptación.

Nubla su razón...
con estúpidas, irracionales expresiones
de lo que cree sentir; sus emociones.
Para luego verse desbocado
por el barranco de la angustia... ¡ Desilusión!

Y se lanza a ciegas desde el risco...
esperando que se abra
el paracaídas de su esperanza;
antes de descubrir que se aproxima,
violentamente desde la cima
a su mortal encuentro con el suelo de la realidad... Tristeza.

Flotando en un bote errante...
Viendo en el horizonte lo que... ¿ podría ser? ¡Una luz!
En el horizonte, tratando,
lentamente de acercarse...
Provocando,
en el ser, la impaciente duda.

Por descubrir si es el faro que guia,
a esa estrecha avenida;
o si es solo una boya de desilusión otra vez...
...Muerte.


                                                                                                                                             Jesus R. Reyes